La pandemia por COVID-19 nos exigió estrategias de afrontamiento frente a la adversidad de un virus desconocido. Realmente este afrontamiento tiene que ver con lo que conocemos como resiliencia, que se ve evidenciada en la entereza, adaptabilidad, competitividad y el uso de nuestros recursos psicológicos para salir fortalecidos frente a una situación avasallante.
El concepto resiliencia está asociado a términos como entereza, adaptación, competitividad, tolerancia y el poder aguantar. La resiliencia tiene que ver con la capacidad de hacerle frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor y lograr salir fortalecidos.
Inicia con el reconocimiento de lo que está sucediendo objetivamente, permitiendo su visualización y con ello asentándose en la realidad. Implica poner a trabajar la mente a favor nuestro, utilizando las competencias y recursos disponibles. Requiere tomarse un momento para analizar las diversas variables implicadas. Se trata de un proceso dinámico, cambiante, cuyo núcleo central es el afrontamiento.
Existen situaciones “críticas” que van a exigir mayores estrategias que las usuales y es donde se debe hacer eco de esa capacidad resiliente de poder afrontar con sabiduría y proteger el psiquismo.
Lo experimentado en dos años por la pandemia seguramente removió los cimientos de lo conocido y establecido, por su carácter desafiante, y requirió estrategias de afrontamiento, en algunos casos para “sobrevivir” y, en otros, para lograr seguir a pesar de lo adverso. Las respuestas ejecutadas en esta pandemia influirán en la gestión que se lleve a cabo una vez la persona tenga y sienta el permiso social y personal de asumir su “normalidad”.
Elaborar mejores planes
Muchos autores resaltan la presencia de un elemento adverso o de desafío al que hay que afrontar de forma que se pueda proteger el psiquismo, y, por ende, la vida del sujeto. A lo largo de la vida se está sujeto a crisis tanto las normativas como las no normativas con lo cual se evidencia que nuestra existencia no es una línea recta libre de conflicto.
Habrá crisis que van a alterar, de forma significativa, nuestra adaptabilidad y requerir mayores esfuerzos psicológicos para salir fortalecidos, es aquí donde hacemos eco de nuestro nivel de resiliencia.
Una vez revisada la situación o la exigencia dada, pasamos a señalar algunas recomendaciones que nos parecen justas a los propósitos de favorecer y/o fortalecer la resiliencia:
- Identificar la situación, definiéndola lo más clara y realista posible.
- Reconocer las emociones que se están experimentando, tristeza, miedo, enojo, otras; evitando esconderlas, minimizarlas o negarlas. Desplazando las ideas comunes asociadas a la debilidad por sentir dichas emociones.
- Focalizarse en lo reconstructivo, vislumbrando la oportunidad, más que la pérdida.
- Generar estrategias sanas.
No se está tarde para hacer eco del nivel de resiliencia que se tenga, ya sea bajo o alto, lo importante es reconocer que se pueden afrontar los obstáculos de una forma diferente, creativa y constructiva. Es relevante analizar el desempeño pasado solo para rescatar lo productivo sumando así al propósito de un mejor manejo de los desafíos.
Se reconoce que son momentos difíciles, no obstante, la resiliencia nos llama a utilizar los recursos y competencias emocionales a favor de otras demandas que se tornan avasallantes.